Río Uruguay
Acheli Panza
Llegué temprano, bastante más que otras veces. Escuchar el anuncio del Río Uruguay y ver llegar el micro me trajo un alivio triste. Se habían cumplido un poco más de dos horas del mensaje de voz de mamá al grupo Hijas: internaron a papá, no podía respirar y le dolía mucho la panza, lo dejaron en terapia intensiva por una neumonía. Es grave, chicas, creo que deberían venir. Ahora que pienso esto mientras subo al micro para ubicarme en el primer asiento individual de la planta baja, el olor indefinido a desodorante de ambiente y el mensaje de voz con esa noticia, me hace sentir que todo da igual, que nada tiene sentido. Después de escuchar el mensaje, hablé con mamá y le dije que me tomaba el primer micro a Posadas, éste en el que estoy sentada a las 17:30. Mariela decidió quedarse y esperar a que yo le cuente las noticias. Papá estuvo internado tantas veces, es posible que no sea grave, me dijo ella. Estoy sentada, en una comodidad rara, como si estuviera viviendo algo que había vivido antes, y al mismo tiempo nunca. El colectivo arranca y pienso en la hora que voy a llegar a Posadas, si voy a poder verlo, si me voy a animar.
La última vez que estuve allá también lo internaron por una gripe que trajo neumonía, pero aquella vez no estuvo en terapia, estuvo en una habitación cómoda con vista a una pared. Pasé una semana sentada al lado de él, leyendo, durmiendo, mirando los programas de pesca que tanto le gustaban. Papá dormía mucho y hablaba muy poco pero una tarde habló conmigo, me miró y me preguntó si me acordaba de la película “Antes de la lluvia”. Le dije que sí y le pregunté si podía grabarlo, me dejó. Voy a contar lo que retiene mi memoria sobre esa charla porque todavía no me animo a escuchar la voz de papá en esa grabación. La vida es circular, como esa película, me acuerdo de cuando estuvo internado en Buenos Aires por una cirugía. Después de la operación le pidió a mamá que le traiga comida, aunque no podía comer, pero a él nadie podía decirle que no. Cuando se enteró, el director de la clínica pidió hablar con mamá y ella me pidió que fuera yo.
Me acuerdo que el director me dijo que éramos unos salvajes irresponsables en entrar comida, que estaba prohibido y que podía traer consecuencias en la evolución del paciente. Yo lo escuché sin decir nada, más que asentir con la cabeza. A la mañana papá le pidió a mamá que lo vistiera y se fue del sanatorio sin el alta. Así era el viejo, nadie podía decirle lo que tenía que hacer. Te das cuenta, Achela, que todo se vuelve a repetir, que ahora sos vos la que se está ocupando de mí. Ahí terminé de grabar y al rato papá se quedó dormido. Tantas cosas pasaron por mi cabeza, también él una vez se fugó de una cirugía de tiroides. Estábamos todas esperando a que llegara el cirujano pero como no llegó en el horario que había dicho, papá se cambió y nos invitó a desayunar a todas en el bar frente a la clínica, nunca se operó. No era eso lo que me preocupaba, sentí que en ese momento me pedía que fuera yo la que lo sacara de ahí. Le dieron el alta unos días después, cuando llegamos a la casa, se sentó conmigo en la galería a mirar el jardín. Qué lindo es todo esto, Achela. ¿Quieres ver la película conmigo antes de tomarte el avión? No tenía tiempo y me despedí con mucha tristeza por no poder.
Me quedé dormida después de mirar las luces del puente Zárate Brazo Largo, ese cruce luminoso siempre significó esperanza para mí. Me despierto a las tres de la mañana, busco en el celular para saber dónde estamos. Cerca de Santo Tomé, todavía no se ve tierra roja por acá. Me quedo mirando la ruta oscura, pensando en que le prometí llevarlo a navegar por Ombú, por lo que quedó de Ombú, el refugio a orillas del Paraná. Imaginé lo mismo que imaginé cuando le propuse ir: los dos navegando en una canoa como la que teníamos en la casita, los remos tocando la madera, papá mirando todo con sus ojos color cielo, debajo de nosotros el techo de esa casa que tanto amo; pasábamos lentamente mientras el sol iluminaba todo. Después me vienen recuerdos, rafajas del tornado y papá cubriéndonos con su cuerpo, mis hermanas y yo sentadas en el pedregullo frente a la casa, con los pies en el agua, mirando el remolino que se armaba apenas a dos metros, la noche y el brasero, nosotras poniendo ramas sobre el fuego para hacer dibujos en esa inmensidad de monte. Capitán, Titi, El tigre, La colorada, los perros que recuerdo. Los monos cantando a la madrugada, las veces que cruzamos a una yarará, papá y el tío yéndose por el Paraná, papá y el tío volviendo con los pescados atados a una soga, levantándolos como trofeo, las tormentas eran feroces. Nada en nuestras vidas fue más salvaje y familiar que ese lugar. Estamos entrando a Virasoro, siempre me conmueve Virasoro porque es donde empieza la tierra roja y yo siento que falta poco para llegar. Toda tierra es buena, de chica pensaba que toda la tierra del mundo era colorada, como mi tierra roja, la Ivi Pita, impregnada en mis manos, en mi ropa, en las paredes de mi casa, rojo el humo que se eleva detrás de los autos, lo que queda hasta Posadas es mirar todo lo rojo con la conmoción que me genera reconocerme en esa tierra que soy yo y es papá.
Me llega un mensaje de mi hermana: ¿Dónde estás? ¿Salgo a buscarte?
Entrando a Posadas, respondo.
El colectivo estaciona en el andén y veo a Florencia esperando, la veo tan triste que quiero llorar. Cuando me ve, sonríe. Nos abrazamos y lloramos con ese llanto arrebatado, como dos nenas. Me da miedo verlo así, me dice. Con esa frase vuelve a ser mi hermana menor.
Acheli Panza (Posadas, Misiones, 1974)
Publicó los libros de cuentos Santoral (Blatt&Ríos, 2014) y Camoatí (Leer es Futuro, Ministerio de Cultura, 2016). Otros cuentos fueron incluidos en la antología Relatos Deliberados (Textos intrusos), el suplemento Verano 12 (Página/12) y el proyecto PH 15-3 historias en 1 clic. Publicó el libro de poesía El río se adelantó de golpe (Santos Locos, 2020). Es Licenciada en Psicología. Vive en Buenos Aires.
Foto: Archivo personal
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