Selene, Diana, Chía, Mamá Quilla. La luna ha recibido numerosos nombres a lo largo del tiempo. Venerada, temida, salvaje como el corazón de los enamorados. Los japoneses tienen el tsukimi, una tradición muy antigua, que consiste en contemplar la primera luna llena del otoño, la de la cosecha. De Goethe a García Lorca, poetas de todas las lenguas cantaron a la luna. En esta nueva entrega, Alberto Muñoz nos regala unas piezas orales dedicadas a la luna de su infancia, las lunas contempladas, los reflejos de luna que se venden por monedas en el vagón de un tren. Como en los números anteriores, le pusimos una fecha y Muñoz puntual nos envió los audios por whatsapp. Como en los números anteriores, nunca sabemos qué nos enviará, “lo que vos quieras” le dijimos al convocarlo. Cuando nos llegan los audios, nos apuramos a escucharlos con la emoción que sentíamos ante una carta muy esperada. Ojalá ustedes, oyentes de todas latitudes, disfruten de estas narraciones en su voz hipnótica y risueña.

 Mirones de la luna

 Vendedor ambulante