Lucero toma distancia. De su casa y de su infancia y algo la incomoda. Después de estudiar fotografía en el Centro de la Imagen de Lima y al pensar su tesis siente que quiere abordar esa incomodidad. Hacer preguntas. 

Convocada por un proyecto organizado por La Hydra, espacio dedicado, entre otras cosas, a la reflexión mediante la fotografía y que trabaja la intervención y reinterpretación del archivo familiar, viaja a México para desarrollarlo.

Durante su infancia y luego de la separación de sus padres se muda a Tacna, ciudad de origen de su mamá. En Tacna comienza otra vida familiar con su hermana, su madre y una amiga de su mamá. Hasta ese momento la idea de familia era un lugar de movimientos forzados que ocultaban otros. La claridad que le trae la distancia, ya de adulta y lejos de su casa, le permite romper con el silencio que sostuvo su madre. Una mujer, otra mujer, y sus deseos.

Interviniendo fotografías familiares que compra en mercados mexicanos resignifica su historia y la de su mamá. Construye un álbum que rompe con la ritualidad de lo mostrable. Uno nuevo, al que le suma la incomodidad, la fragmentación que provoca el deseo oculto y el silencio. Así se llama su trabajo: Silencio. 

Entre esas fotos aparecen otras actuales, de un viaje que hizo con su madre por las montañas al final de su estadía en México. La naturaleza como necesidad de encuentro. En la reunión virtual que acordamos para conocernos, Lucero remarca la importancia que tuvo encontrarse en un lugar desconocido para las dos. La posibilidad de verse de otra manera. Ella fotografía a su mamá, su mamá a ella. Son fotos construidas desde una verdad que las acerca, que les permite conocerse mejor. En una imagen aparece su madre en el pasto, a la distancia; en otra, Lucero flotando en el agua también vista desde lejos. Esa lejanía indispensable para escucharse a una misma y a las voces de la naturaleza.