La bisabuela Noye

Por Agustina Rabaini
La imagen tiene el color sepia de un viejo pasaporte y salió de un documento del fondo de un cofre de mamá. «1925» se lee en el sello de la aduana sobre el margen de este retrato de tres: una familia japonesa recién llegada a la Argentina.

Crónicas

Por Osvaldo Aguirre
Un día en que visitaba a mis padres tuve una especie de revelación. Mis padres vivían en el campo, en el sur de la provincia de Santa Fe, y aquel día yo estaba leyendo Nadie nada nunca, la novela de Juan José Saer.

El Huicho

Por Quya Reyna
A mi papá no le agradaba el Huicho.
El Huicho fue un conocido personaje de la telenovela mexicana El premio mayor; un hombre de la clase trabajadora que se ganó la lotería y se convirtió en una persona rica.

Río Uruguay

Por Acheli Panza
Llegué temprano, bastante más que otras veces. Escuchar el anuncio del Río Uruguay y ver llegar el micro me trajo un alivio triste. Se habían cumplido un poco más de dos horas del mensaje de voz de mamá al grupo Hijas: internaron a papá, no podía respirar…

Liberación del elefante

Por Fabio Morábito

Esto tiene de peculiar el elefante: no puede saltar, no puede dejar de apoyar al menos una pata en el suelo, no sabe qué significa abandonar aunque sea por un instante la tierra, y puesto que no lo sabe, puesto que ignora la experiencia de volver ileso a la tierra después de un salto, no sabe si está vivo o no, y vive en un permanente estado letárgico.

Panteones

Por Ana Fornaro
Ana, ¿tenés un segundo? Te llamo; quiero decirte algo. Compramos un terrenito precioso ahí en un cementerio de la Costa de Oro. Es para que tengas un lugar donde dejar las cenizas después. Al final decidimos que nos vamos a cremar. No tiene sentido lo otro y esto era más barato. No, es un quilombo. Lo del panteón del Cementerio Central es un clavo. Hay que sacar como seis generaciones de muertos y además no se puede vender porque está justo en un lugar que es patrimonio histórico.

Abecedario ruso

Por Marina Berri
Cuando tenía catorce años leía a Tolstói, a Dostoievski y a Pushkin en las ediciones dudosas que encontraba por ahí. Las letras eran un trineo por el que me deslizaba lejos de mi habitación de Mercedes. Cuando cumplí veintisiete me fui de viaje a Perú. Iba en un colectivo con un libro de Maupassant en francés. En el asiento de al lado viajaba un dentista ruso. Hablamos en inglés. Me preguntó: inglés, francés, italiano, ¿por qué ruso no?

Un cuento sin palabras

Por Hernán Lucas
Después de vivir durante años en el piso 14 de una torre, me mudé a un pasaje de principios del siglo pasado. Casi al mismo tiempo, me hice papá de Azul. Después de desayunar, muy temprano, bajábamos al patio del pasaje (que es súper silencioso, aunque esté metido en el abrumador barrio de Once), nos sentábamos en el zócalo de alguno de los canteros y nos quedábamos por ahí hablando o jugando.

Escrito en el viento

Por Roberto Appratto
El recuerdo llega. “Y de pronto el recuerdo surge” como dice el narrador de En busca del tiempo perdido cuando, después de mojar la magdalena en el té por cuarta o quinta vez, rememora las casas, las calles, los campanarios, los árboles, la caminata por un lado y por otro, alrededor de una circunstancia del pasado, cuando también mojaba una magdalena en un té.